26 diciembre 2006

El Niño del portal

Esta vez le tocó a mi sobrino. Le pusieron un traje amarillo, con una túnica café cruzándoles el pecho. En la cabeza llevaba un sombrero de lona y en la mano izquierda, una bolsa cargada de confites.
Todavía no sabe rezar, pero él se las ingenió. En medio de balbuceos siguió cada uno de los cinco misterios. Llovía un poco, mas nunca se quejó. Entre la chiquillada del barrio fue de casa en casa pidiendo posada para la Virgen.
Él y sus pequeños vecinos son los salvadores de una vieja tradición navideña: Las Posadas. Tal vez no sean la costumbre más costarricense que existe, pero durante décadas logró colarse como elemento infaltable en las fiestas de fin de año de muchos pueblos ticos.
Durante años fue común ver a niños con maracas, pitos, panderetas y tambores, cantando y rezando por los barrios. De pie frente al "pasito" descrubrían y recordaban cuál era el verdadero sentido de la Navidad.
La pequeña imagen del Dios Niño sobre un pesebre podría bastar para sembrar en ellos esa semillita de amor, justicia y solidaridad que a veces es tan difícil de encontrar en los centros comerciales.
Este año le tocó a mi sobrino, hace dos décadas fue mi hermana... Nuestra o no, estoy seguro de que al menos en dos corazones, la Navidad sigue teniendo un sentido especial.