¿Estamos preparados para celebrar esta Navidad?
Muchos podrían pensar, que esto se refiere, a haber recibido el aguinaldo, o tener regalos ya apartados en las tiendas, o pensar que decoración pondré, que cenaremos en noche buena....
Al iniciar este tiempo del adviento, la Iglesia nos invita a vivir a una preparación más profunda y trascendente, así nos lo aclaran los textos bíblicos de este primer domingo.
La primera idea que nos queda clara en esta Palabra, es que Dios siempre cumple sus promesas. Precisamente si celebramos la Navidad es porque Dios cumplió aquella promesa hecha a través del profeta Jeremías (33,14-16) El mismo profeta anuncia que Dios cumplirá la promesa a la casa de Israel, haciendo que brote un vástago legítimo, o sea un hijo bajo la ley, del tronco de Jesé, descendiente de David. Sin duda que en el pequeño Jesús asumido ante los demás por José como padre adoptivo legal, vemos la realización de esa promesa, cumplida como tantas otras en el Antiguo Testamento.
Al igual entonces hemos de creer que se cumplirá la promesa del mismo Jesús de que volverá, en la parusía, y le veremos venir lleno de poder y majestad. Ya no es el pequeño indefenso de Belén, necesitado de los brazos y alimento de María. Ni tampoco el enjuiciado, humillado y condenado a muerte cruel. Sino que con gloria infinita viene a realizar su juicio divino desde su misericordia. Mas no representa venganza u opresión para la raza humana pecadora, sino más bien la llegada de la liberación. (Lc 21, 25-28.34-36)
Sería hermoso que así como él nos ha hecho y cumple sus promesas de salvación, nosotros nos propusiéramos esperarlo como él lo desea: firmes en pie y con la cabeza alta. ¿Que significa eso? Sin miedo, ni vergüenza, habiéndonos preparado de la mejor manera para ese momento, el más decisivo de toda nuestra vida. Pienso que para lograr esto debemos tener claras, dos cosas:
-La confianza de que él es veraz y su promesa también, no solo de que vendrá, sino también de lo que nos ha traído. O sea la justicia y el derecho, lo que traerá paz y tranquilidad. Algo que necesitamos en este mundo día a día pues constantemente esto se ve amenazado, ese ha de ser nuestro deseo profundo en navidad, que ese reino de Cristo se instaure en cada familia y pueblo de la tierra. Encender cada domingo una vela de la corona del adviento es dejar que la luz de Cristo vaya creciendo en nuestro corazón. Y celebrar al Jesús Niño en el portal de Belén es reconocer que la gran promesa se cumplió trayendo la posibilidad de verdadera paz y justicia para todos, si lo dejásemos nacer en el corazón todos tendríamos el amor que nos fortalece y anima, que nos permite vivir según sus enseñanzas, que nos preparará para su vuelta definitiva. (1Tes 3,12-4,2)
-Lo otro, es la actitud de estar despiertos, alerta, preparados, para que no nos sorprenda embotados, ni por los agobios y problemas de la vida, que todos los tenemos siempre, ni por el vicio de la debilidad humana. Concretamente el Evangelio cita el caso de la bebida, sabemos lo que hace el licor en un cuerpo humano: adormece sus neuronas, aturde, excita las emociones, acelera la falsa alegría y ciega muchas veces la razón, dominándonos fácilmente cualquier impulso imprudente y hasta irracional. Hoy son muchas las personas que ni siquiera recordarán que pasó la Navidad anterior porque quizás su tanda empezó antes de noche buena y terminó hasta fin de año, igual hay muchos en la cárcel, en el hospital, tirados en su destino preguntando ¿qué fue lo que pasó? Esta semana me sorprendía una campaña de concientización social, aquí en Pamplona, donde todos los días están repletos los bares de consumidores de vino y cerveza, y los jovencitos hacen filas para cargar sus bolsas plásticas e irse el fin de semana de "botellón", como le llaman ellos. La campaña presentaba en varias plazoletas a jóvenes metidos dentro de una vaso gigante de plástico, con una leyenda que decía: "no te dejes atrapar por el licor". Ojalá que en esta Navidad, ni en ningún otro momento de nuestra vida, nos atrape nada que nos adormezca y no nos permita estar alerta y preparados al encuentro de Cristo, en la celebración de la navidad, en un momento lindo de espiritualidad, en el encuentro con un pobre o necesitado, en el respeto y cariño que debo darle a mi familia, en un acontecimiento extraordinario de la vida, o cuando le contemplemos lleno de gloria al final de los tiempos.
Y también por mi persona, ya que el próximo jueves estaré celebrando el decimoquinto aniversario de mi ordenación, para que el Señor siga animando esta vocación y ministerio a su servicio. Mi abrazo y saludo cariñoso a mis compañeros de ordenación: Javier Morera, Orlando Arce, Luis Arturo Chaves, Albán Arroyo y William Benavides. Lo mismo que a todos los demás compañeros de todo el país que los cumplirán en otras fechas. Que el Señor nos de la gracia de poder ser una pequeña luz para su pueblo santo.
Bendiciones.
Con el cariño de siempre,
P. Daniel
Muchos podrían pensar, que esto se refiere, a haber recibido el aguinaldo, o tener regalos ya apartados en las tiendas, o pensar que decoración pondré, que cenaremos en noche buena....
Al iniciar este tiempo del adviento, la Iglesia nos invita a vivir a una preparación más profunda y trascendente, así nos lo aclaran los textos bíblicos de este primer domingo.
La primera idea que nos queda clara en esta Palabra, es que Dios siempre cumple sus promesas. Precisamente si celebramos la Navidad es porque Dios cumplió aquella promesa hecha a través del profeta Jeremías (33,14-16) El mismo profeta anuncia que Dios cumplirá la promesa a la casa de Israel, haciendo que brote un vástago legítimo, o sea un hijo bajo la ley, del tronco de Jesé, descendiente de David. Sin duda que en el pequeño Jesús asumido ante los demás por José como padre adoptivo legal, vemos la realización de esa promesa, cumplida como tantas otras en el Antiguo Testamento.
Al igual entonces hemos de creer que se cumplirá la promesa del mismo Jesús de que volverá, en la parusía, y le veremos venir lleno de poder y majestad. Ya no es el pequeño indefenso de Belén, necesitado de los brazos y alimento de María. Ni tampoco el enjuiciado, humillado y condenado a muerte cruel. Sino que con gloria infinita viene a realizar su juicio divino desde su misericordia. Mas no representa venganza u opresión para la raza humana pecadora, sino más bien la llegada de la liberación. (Lc 21, 25-28.34-36)
Sería hermoso que así como él nos ha hecho y cumple sus promesas de salvación, nosotros nos propusiéramos esperarlo como él lo desea: firmes en pie y con la cabeza alta. ¿Que significa eso? Sin miedo, ni vergüenza, habiéndonos preparado de la mejor manera para ese momento, el más decisivo de toda nuestra vida. Pienso que para lograr esto debemos tener claras, dos cosas:
-La confianza de que él es veraz y su promesa también, no solo de que vendrá, sino también de lo que nos ha traído. O sea la justicia y el derecho, lo que traerá paz y tranquilidad. Algo que necesitamos en este mundo día a día pues constantemente esto se ve amenazado, ese ha de ser nuestro deseo profundo en navidad, que ese reino de Cristo se instaure en cada familia y pueblo de la tierra. Encender cada domingo una vela de la corona del adviento es dejar que la luz de Cristo vaya creciendo en nuestro corazón. Y celebrar al Jesús Niño en el portal de Belén es reconocer que la gran promesa se cumplió trayendo la posibilidad de verdadera paz y justicia para todos, si lo dejásemos nacer en el corazón todos tendríamos el amor que nos fortalece y anima, que nos permite vivir según sus enseñanzas, que nos preparará para su vuelta definitiva. (1Tes 3,12-4,2)
-Lo otro, es la actitud de estar despiertos, alerta, preparados, para que no nos sorprenda embotados, ni por los agobios y problemas de la vida, que todos los tenemos siempre, ni por el vicio de la debilidad humana. Concretamente el Evangelio cita el caso de la bebida, sabemos lo que hace el licor en un cuerpo humano: adormece sus neuronas, aturde, excita las emociones, acelera la falsa alegría y ciega muchas veces la razón, dominándonos fácilmente cualquier impulso imprudente y hasta irracional. Hoy son muchas las personas que ni siquiera recordarán que pasó la Navidad anterior porque quizás su tanda empezó antes de noche buena y terminó hasta fin de año, igual hay muchos en la cárcel, en el hospital, tirados en su destino preguntando ¿qué fue lo que pasó? Esta semana me sorprendía una campaña de concientización social, aquí en Pamplona, donde todos los días están repletos los bares de consumidores de vino y cerveza, y los jovencitos hacen filas para cargar sus bolsas plásticas e irse el fin de semana de "botellón", como le llaman ellos. La campaña presentaba en varias plazoletas a jóvenes metidos dentro de una vaso gigante de plástico, con una leyenda que decía: "no te dejes atrapar por el licor". Ojalá que en esta Navidad, ni en ningún otro momento de nuestra vida, nos atrape nada que nos adormezca y no nos permita estar alerta y preparados al encuentro de Cristo, en la celebración de la navidad, en un momento lindo de espiritualidad, en el encuentro con un pobre o necesitado, en el respeto y cariño que debo darle a mi familia, en un acontecimiento extraordinario de la vida, o cuando le contemplemos lleno de gloria al final de los tiempos.
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Antes de despedirme, quisiera pedirles humildemente su oración, primero por el eterno descanso de mi abuelo Elicio Vargas, quien falleció el fin de semana pasado, y por la paz de toda mi familia.Y también por mi persona, ya que el próximo jueves estaré celebrando el decimoquinto aniversario de mi ordenación, para que el Señor siga animando esta vocación y ministerio a su servicio. Mi abrazo y saludo cariñoso a mis compañeros de ordenación: Javier Morera, Orlando Arce, Luis Arturo Chaves, Albán Arroyo y William Benavides. Lo mismo que a todos los demás compañeros de todo el país que los cumplirán en otras fechas. Que el Señor nos de la gracia de poder ser una pequeña luz para su pueblo santo.
Bendiciones.
Con el cariño de siempre,
P. Daniel