18 septiembre 2007

¿Quién nos defiende?

Hace algunas semanas unos amigos de lo ajeno se llevaron el carro de un pariente. Tenía solo dos días de haberlo comprado y se aprovecharon de que lo parqueó a la salida de misa para tomarlo "prestado".
Por supuesto que no le pidieron permiso, pero sí se tomaron la molestia de comunicarse con él unas horas después. Querían ¢600.000 de "recompensa", pero tenía que ir a un lugar determinado y el "contacto" sería un vecino -y colega- del barrio.
Al final todo salió "bien": los robacarros recibieron el dinero y el pariente se trajo de nuevo el carro- sin el radio, claro.
Pero algo indignante fue que, mientras iban a camino "hacer el negocio", el cuestionable vecino se defendió: "Estos no son de los míos, son de otro lado, porque ya los tengo advertidos de que a la gente de mi pueblo no me las toquen".
Ah, caray! ¿Quiere decir que nadie roba en el pueblo, que no nos pasa nada, que estamos todos seguros porque son ellos los que nos protegen? ¿Y los policías? ¿Y los buenos?
Es preocupante saber que hemos llegado a tal punto... Y no me molestaría tanto la modestia del "buen vecino" si no fuera porque puede tener razón...

02 septiembre 2007

Esa palabrota

Llovía a diablos. Iba casi descalzo y mis pies eran un charco con dedos. Bastaba con las tres mil gotas, el viento en la cara y el paraguas maltrecho para tener una tarde de olvido... Pero un desconocido pasó a 100 kilómetros por hora con sus amigos adolescentes, sacó la cabeza por la ventana del carro y ahí, bajo aquel diluvio del génesis y el manto negro de las nubes, me asoleó.
De la "h" hasta la "a", aquel fue un madrazo extenso, una nota sostenida que se escuchó casi letra por letra.
Miré el carro alejarse y sonreí... ¿Y este qué creyó? ¿Seguro mi madre va a ser una cualquiera solo porque él lo diga? ¿Se sintió muy hombre gritando y huyendo? ¿Cuál es el chiste de este insulto si solo dos personas lo escuchamos?
Aún no comprendo por qué tantos se ofenden cuando les dejan caer encima el palabrazo, si este mundo es un pañuelo y todos saben quiénes son las del negocio... El mundo no cambia porque desahogue mis fracasos con un desconocido... Es más, al amigo de la boca grande, que mejor repiense sus diversiones y analice con qué autoridad moral grita desde una ventana el hijo de su casta madre...