28 abril 2009

En el poder de su santo nombre


Esto Dice Jesús: "yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da la vida por la ovejas, el asalariado que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y ellas me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo además otras ovejas que no son de este redil; también a estas las tengo que traer y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo Pastor. Por eso me ama mi Padre: porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla. Este mandato he recibido de mi Padre". (Juan 10,11-18)

Esto ¿Te gusta el nombre que tienes? Bueno quizás a algunas personas no les guste el nombre que le escogieron sus padres, no se tal vez porque le pusieron: Felicita Antonia Elí del Socorro y algunos hasta deciden cambiárselo, porque es muy largo, le hacen burlas, o suena feo. Sin duda que el nombre puede decir mucho de la persona, de allí la importante responsabilidad de los padres a la hora de escogerlos, lo que significa que no debería ser un simple capricho de moda. Yo en particular me siento muy complacido con mi nombre compuesto: José Daniel, que en su sentido etimológico significaría: Dios salva y justicia de Dios.
Cuando escuchamos el nombre de alguien, nos hace referencia a esa persona, a lo que es, a lo que hace, de alguna manera es una forma de conocerle, poseerle, de allí el gran respeto que el pueblo de Israel tenía al nombre de Dios en el Antiguo Testamento, al punto de no pronunciarlo pues no se sentían dignos como criaturas de dominar a su Señor. Recordemos el mandato de Dios al hombre, dominar la tierra y un signo claro de ese dominio era nombrar los animales, como pertenencia suya. Sin embargo Dios mismo revelará su nombre: "Yo soy", "Yhavé", "Elohim", "Adonay", fueron algunas de las formas en que se le llamó por lo que él era y representaba para el pueblo creyente.
Cuando el ángel Gabriel anuncia a María la encarnación del Verbo, le dice que le pondrá por nombre Jesús, pues él traerá la salvación a los hombres. Jesucristo el que se nos presenta este cuarto domingo de Pascua como el buen Pastor con el poder de dar la vida, la entrega en libertad pues tiene el poder de recuperarla. El se hace el Pastor para recoger en torno a él y a su Palabra a todo su rebaño, las ovejas que ya están y las que faltan por recoger, para que el lobo no les haga daño, quiere un solo rebaño y un solo Pastor. Pero también se configura en el modelo de todo pastor, pues su gran rebaño necesita muchos obreros que sean pastores en su nombre, para actuar en el poder de su santo nombre. Por eso nunca un sacerdote celebra los sacramentos en nombre propio, sino como dice el mismo rito inicial: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén.
Se nos invita entonces en este domingo a todos los pastores de la Iglesia: Obispos y sacerdotes a ser eso precisamente: PASTORES EN EL NOMBRE DEL SEÑOR, no simples asalariados que viven de la fe. Cuales serán las señales para ser esto:
-No abandonar las ovejas.
-Llevar a todas las ovejas a conocer la voz de Cristo.
-Fomentar la unidad del rebaño de Cristo, no su división.
-Ser capaces en el nombre del Señor de entregar la vida por su rebaño.
El testimonio de Pedro en el libro de los Hechos (4,8-12) evidencia a un pastor que no abandonó a aquel que le pedía su ayuda y por eso aunque no tiene nada que darle a nivel material, le da lo único que tiene: la salud en el nombre poderoso del Señor. No lo hace por dinero, ni por fama, más bien esto le cuesta la cárcel y el castigo, pero deja claro el testimonio que el prodigio ha sido en nombre de Jesucristo Nazareno a quien ellos crucificaron, porque no hay otro nombre dado que pueda salvarnos.
Ese es el pastor valiente que Cristo ocupa para confiarle su rebaño, el que actúa en su nombre, el que no tiene miedo de anunciarle y entregar su vida. De allí la importancia de la oración del rebaño, pidiendo al dueño de la mies que envíe obreros a su mies, suplicando por los que van en camino de formación y discernimiento a este gran paso, rogando por los ya consagrados, por su fidelidad, perseverancia y entrega alegre y generosa. Clamando al Señor porque como humanos está la tentación de ser solo asalariados que buscan puestos o privilegios; de caer en el deseo de la sexualidad; de no tratar a la comunidad con el buen modo, respeto y cariño con que Cristo le trataría; de no ser responsables y aplicados en las labores sagradas que se nos confían y muchas debilidades más. Solo la gracia de Dios que viene como respuesta a la oración confiada y perseverante del pueblo hará brotar y sostener la vocación de sus pastores.
Pero la misión de pastorear el rebaño no es una tarea solo de sacerdotes o religiosos, recordemos que en este gran rebaño, ustedes padres de familia, tienen una pequeña porción que guiar en el nombre de Jesús; también ustedes educadores en sus escuelas; también ustedes servidores de la comunidad, con sus grupos, asociaciones y movimientos; también usted en su empresa con sus empleados y compañeros; también usted en el grupo de sus amigos o en el vecindario en que vive. Todos hemos de colaborar para guiar a todo este gran rebaño al único y verdadero Pastor, Jesucristo el Señor.
La crisis vocacional no está solo hoy en un exobispo a quien le reclaman la paternidad de varios hijos, o en el sacerdote que falló a su celibato, o en el otro que tiene fama de platero, de aburrido, de malcriado o regañón. Sino en cada cristiano que se vuelve sordo a la voz de Jesucristo el buen Pastor y en cada vocacionado que falla a esa misión de padre de familia, dejando que el lobo haga estragos en sus hijos; al que como profesional no le interesa más que su sueldo sin importar las consecuencias morales que traiga su comportamiento a su vida o a la de los demás; el que hace su vida tranquilo en omiso silencio ante los problemas de sus amigos, vecinos, compañeros o sociedad en general, sin involucrarse, solo para gozar de simpatía y no complicarse su existencia.

Puede ser que ahora nos preocupe mucho la gripe porcina y está bien prevengamos todo riesgo, pero también prevengamos esa fiebre peligrosa de la mediocridad, el conformismo, la apatía, que muchas veces se respira en el rebaño de Cristo y la sociedad en general.

OH JESÚS PASTOR ETERNO DE LOS HOMBRES.
DANOS MUCHOS Y SANTOS SACERDOTES, RELIGIOSOS, RELIGIOSAS Y FAMILIAS CRISTIANAS.
Con el cariño de siempre P. Daniel.

23 abril 2009

Con María vivimos la Pascua


Iniciaba la celebración de la octava de pascua (8 días posteriores al domingo de resurrección y que se celebran como si fueran ese mismo día de pascua) visitando el santuario de nuestra Señora de Fátima en Portugal, y este fin de semana estaré de peregrinación, con los jóvenes de la parroquia en la que colaboro, al santuario de nuestra Señora de Lourdes en Francia. Es por eso que digo que estoy viviendo con María este hermoso tiempo de la resurrección del Señor. Bendigo a Dios que en su providencia infinita me da este regalo espiritual, pues de la mano de esta testigo por excelencia, y cobijado a su maternidad es más fácil contemplar el misterio de la Pascua del Señor.

Con una gran similitud a los textos del domingo pasado, nos regala las lecturas del tercer domingo de Pascua, la figura valiente de Pedro en la primera lectura (Hech 3,13-15.17-19) dando su testimonio pascual, donde toca la raíz creyente de la fe de Israel, pues dice que el mismo Dios de los patriarcas es el que ha glorificado a Jesucristo. Es el anuncio victorioso de la vida en Cristo, pero a la vez, un llamado a la conciencia de aquellos que lo rechazaron y lo mandaron a la muerte. Ellos escogieron la muerte del justo rechazando al que es la vida misma. Creo que a este pueblo judío le pasa lo mismo que a nuestra sociedad moderna, prefiere optar por lo que a traído muerte o nos trae destrucción y desprecia al que da la vida. Para ellos su opción se llamó Barrabás, para nosotros puede ser: droga, odio, pereza, corrupción, materialismo, superstición, malas influencias, actividades vanales, en fin todo aquello que nos roba la vida, el tiempo , el gozo de vivir la gracia de Cristo.
Aunque Pedro les deja claro que han matado al autor de la salvación, reconoce que es la ignorancia la que los ha llevado a esto, argumento que no siempre nos escuda a los que ya hemos conocido y experimentado de tantas formas la bondad de su amor. Mas aun Pedro les hace ver que a ese que mataron Dios lo ha resucitado, como lo había anunciado, por lo que nos abre la esperanza del arrepentimiento y la conversión. Y miremos que lo dice Pedro, alguien que sabe de pecado, porque lo negó pero también de arrepentimiento pues llora sus negaciones y allí está firme y valiente, no dejando ya ni las sombras del cobarde pescador escurridizo de la noche de la pasión, acusado por el canto del gallo. Parece que el débil ahora ha sido fortalecido en el Espíritu del Resucitado.

En la segunda lectura (I Jn 2,1-5) escuchamos la voz de otro testigo cualificado de la resurrección, el discípulo amado, quien nos exhorta a evitar ese pecado que es negación de Dios y opción del mal en nuestra vida, pero si alguno peca dice Juan nos consuela tener a quien interceda y abogue por nosotros, el único que nos puede justificar pues ha pagado el precio de nuestras culpas con su sangre preciosa, Jesús será los lentes con los que nos mira el Padre celestial, si cabe la pobre comparación.
Esto abre la gran esperanza de la Iglesia que se reconoce tan pecadora pero que descubre en la Escritura la justificación por Jesucristo ganada para todo el género humano.
Ya son dos testigos de la resurrección que nos muestra la Palabra, los que corrieron al sepulcro tras las noticias alarmantes de la Magdalena, aquellos que corren juntos, aunque uno corre más que el otro y que parece creer primero también, él que más ama, él que más se dejó amar por Jesús, él que nos recuerda también en esta carta, que debemos conocer el misterio de su amor, para poder vivir realmente sus mandamientos.

La versión que nos regala Lucas en el Evangelio (24,35-48), muy parecida a la que daba San Juan el domingo anterior, excluyendo el encuentro con Tomás y la temática del perdón de los pecados. Nos reitera la experiencia de los discípulos de Emaús, que nos viene a recordar el sitio por excelencia donde nos encontramos a Jesús, al partir el pan, la Eucaristía, allí se acaban las dudas, la incertidumbre, los miedos y las decepciones. Nos recuerda una vez más el gran regalo de la resurrección: LA PAZ, esa que tan fácilmente perdemos en la vida, a veces hasta en experiencias tan poco significativas, pero que nos descontrolan, el carácter, las emociones, los sentimientos. Pero también en esos verdaderos torbellinos de la existencia en los que sentimos que todo se derrumba y no sabemos como recomenzar.
Jesús está realmente entre nosotros, en nuestra historia, no es un fantasma, ni un alma en pena. Está vivo y resucitado y se sienta a comer con nosotros en la Eucaristía, se hace alimento para abrir nuestro entendimiento y así poder entender las Escrituras, que al pueblo judío y a nosotros mismos hoy nos cuesta muchas veces comprender y creer.
El episodio evangélico termina con un recordatorio y un envío: "Ustedes son testigos de esto". Lo que nos recuerda que es maravilloso sentirse amado y perdonado por él, que está muy bien escuchar su Palabra y sentarse a la mesa y llenarnos de su paz. Pero también debemos ser y vivir como testigos de lo que hemos visto y oído.
Por eso les decía que María es la gran compañera de la pascua, ella la testigo más íntima y cercana a Jesús, la más silenciosa porque no se lo anuncia a nadie ni Jesús se le aparece como se le apareció a tantos, de seguro que la fe de María no necesitaba de ello, la que está con los discípulos en la espera del pentecostés como se lo encomendó Jesús, la que anima hoy el caminar de la Iglesia con su amorosa mediación de madre en Fátima, Lourdes, en Cartago y en la Iglesia extendida en el mundo entero. Preparémonos a iniciar el mes de mayo donde con tanto amor la Iglesia en todos sus rincones le rinde filial veneración y cariño. De su mano caminamos en la vida del resucitado.

Estas fotos son el santuario de Fátima en Portugal y la procesión del rosario de antorchas que se organiza por la noche en la plazoleta.
Con el cariño de siempre. P. Daniel.















18 abril 2009

Con la Pascua llega su misericordia

El Señor ha resucitado y todo se renueva en nuestras vidas. Volvemos a Pamplona después de celebrar la Semana Mayor en un puerto de Galicia, en las parroquias de San Julián de Mugardos y San Vicente de Mehá, ambas pertenecientes a la Diócesis de Santiago de Compostela. Después del Domingo de resurrección la providencia divina me concedió a través de don Casimiro párroco de este lugar, viajar a Portugal pues está muy cerca de esta tierra gallega. Allí pude recorrer las ciudades de Braga, Coimbra, Lisboa y por supuesto el santuario de nuestra señora de Fátima. Ahora volvemos con la fuerza del resucitado y su misericordia a retomar el estudio y la vida cotidiana.

Los textos de este Domingo de la misericordia son:
-Hech 4, 32-35.
-Sal 117.
-I Jn 5,1-6.
-Juan 20,19-31.


La experiencia pascual de los discípulos de Jesús está marcada por la dudas, el temor, la incertidumbre, no sólo en Tomás a quien hemos tomado como símbolo de incredulidad, sino que es la experiencia tan humana que nos pasa a todos los seres humanos.

Los textos bíblicos los presentan encerrados por miedo ante la persecución. Así mismo a nosotros el pecado nos lleva a encerrarnos en nosotros mismos, en nuestra seguridad, justificación y comodidad, nos ofrece falsamente la felicidad, pero luego nos sentimos desnudos como en el paraíso, con miedo y vergüenza, llenos de dudas e intranquilidad.
Pues allí está Jesús resucitado para decirnos también: "PAZ A VOSOTROS". Es el anuncio pascual y misericordioso de Cristo resucitado que llena de alegría el corazón de los discípulos. La paz que tanto necesitas en tu vida, la que se requiere en tu hogar, en la comunidad, solo la trae Jesús resucitado. No temas a nada ni a nadie, él está contigo, él está con nosotros, no lo dudes como Tomás, sólo ve a su encuentro. Tomás no cree cuando otros se lo dicen, pero cuando él mismo hace la experiencia y puede hasta verlo y tocarlo, exclama: "Señor mío y Dios mío". ¿Eres de los dichosos que creen si haber visto? o necesitas milagros y pruebas extraordinarias para creer en el Señor? Recordemos que Jesús no realizó muchos milagros porque no halló fe en aquellos que se los pedían como pruebas espectaculares. No busquemos tanto los milagros del Señor, sino más bien miremos con fe al Señor de los milagros.
Al mundo de hoy tan pragmático y racional, donde se cree en lo que se puede comprobar a través de un método científico y se demuestra en un microscopio, telescopio o computador, le cuesta mucho dar el paso de la fe y abandonarse en esta misericordia divina, pues quisiera que Dios respondiera a mis deseos como se manipula un control remoto o un cajero automático. Mas Dios requiere una confianza absoluta, un abandono en su providencia misericordiosa, que trasciende toda racionalidad y muchas veces hasta la lógica humana.
La paz y la misericordia que Jesucristo da a sus discípulos brota de su mismo costado traspasado, como lo muestra la imagen del Jesús de la misericordia, según la devoción que Sor Faustina ha transmitido, representando como dice San Pablo al que vino con agua y sangre. Esta experiencia es confiada a la Iglesia para administrarla, pues les da su Espíritu para que tengan la potestad de perdonar los pecados. El sacramento de la reconciliación no es un invento de la Iglesia, ni una obligación desagradable de los cristianos, sino el regalo del Dios amoroso que quiere darnos su paz interior, perdonar nuestros errores y llenarnos de su alegría.
Si la comunidad cristiana vive sin miedo y en la paz de Cristo, podrá hacer realidad el mandamiento del amor, la gran invitación del Maestro. Es el testimonio que mostraban las primeras comunidades pues oraban juntos, se reunían para escuchar las Escrituras, tenían todo en común, compartían las necesidades y daban gran testimonio de la vida del resucitado en ellos.
Disfrutemos entonces de su bondad, dejémonos abrazar en su misericordia, entreguémosle nuestros miedos e inseguridades, vivamos la vida en el resucitado, no sigamos cargando el peso de lo que él ya redimió por nosotros.

Les invito como Iglesia universal que somos a orar por dos intenciones especiales:
-El cumpleaños de vida y aniversario del Pontificado de Benedicto XVI nuestro santo Papa.
-Y la ordenación episcopal de mi compañero de estudio Mons. Raúl Chao que ha sido nombrado Obispo auxiliar de Lima y será consagrado este fin de semana allá en Perú.

Con el cariño de siempre. P. Daniel Vargas.