Así la Palabra de este cuarto Domingo del tiempo Ordinario nos invita a recordar que Dios, el que nos ama infinitamente, nos crea y desde el mismo vientre materno, nos escoge, nos consagra (Jer 1,4-5.17-19) para ser sus profetas , o sea para hablar en su nombre. Cuando dos enamorados se aman desean verse, hablarse, y luego de manera inevitable, hablan a los demás de ellos y su amor. Por eso es tan fácil descubrir el amor en cualquier persona, pues no cesa de hablar de su amor. El Señor nos recuerda nuestra misión profética y nos exhorta a no tener miedo. Es fácil que le pongamos muchas escusas al señor para no ser profetas, entre ellas el temor, la inseguridad, la incapacidad ante los obstáculos. Dios advierte a Jeremías que tendrá resistencia y hasta ataques, pero Él le garantiza su cercanía y firmeza, como una plaza fuerte, una columna de hierro, una muralla de bronce.
Amenudo estas resistencias en la tarea encomendada las tenemos allí en nuestra propia casa, con nuestros familiares o con los vecinos, amigos y compañeros más cercanos. Pues allí me conocesn como se dice "la fecha, la ficha y la facha". Claro así como se debe ser valiente para anunciar la Palabra de Dios, se debe ser humilde para recibirla, venga de quien venga. Muchas veces como receptores de esta Buena Noticia, preferimos como los contemporáneos de Jesús (Lc 4, 21-30) quedarnos en los aspectos externos del que la anuncia y desde allí un juicio crítico que tiende a descalificar a mensajero y mensaje. Este pasaje del Evangelio continuidad del texto del domingo anterior, nos muestra como esa Palabra que proclama Jesús admira y sorprende a muchos, pero en ves de profundizar su enseñanza, se van a analizar de donde es, quien su padre. Y además casi a exigir que haga los milagros que ha hecho en otros pueblos para creerle.
Muchas veces así nos pasará a nosotros, pues se quedarán en nuestra facha sin ir al contenido que quisimos anunciar. De allí brotan esas típicas expresiones: "quien manda a este,..... el diablo vendiendo escapularios,..... quien no lo conoce que se la compre". Como nos cuesta asumir esa función de ser solo carteros y llevar la mejor carta, aunque no la quieran recibir nuestra misión es entregarla, si a esas personas que Dios nos pone también tan cercanas en nuestra vida y nuestra historia. Sería muy fácil ir a predicar a una ciudad o país donde nadie me conoce, pero hacerlo ahí entre los cercanos se me dificulta más. La solución es muy simple, que lo que anunciemos sea el mensaje de Dios y no el nuestro y que nuestra vida sea coherente con lo que anunciamos, solo así sería creíble nuestro anuncio.
No digo que con eso se acaba la incomprensión o reacción contraria. Veamos como Jesús el más coherente de los hombres, porque es Dios verdadero, es enfrentado y hasta acosado violentamente por decir la verdad. Les hace ver que sus milagros no los realizará allí como en Cafarnaún porque les falta fe. Podríamos pensar, solo por poner un ejemplo muy tico, que un gran evento que se quiere a hacer en San Ramón les digan a los moncheños que no se lo merecen que lo van a ir a hacer a palmares, porque ellos son mejores. (jaja era solo broma) Así Jesús les reclama su falta de fe y humildad para recibir la Buena Nueva de la Salvación y les compara la experiencia de la viuda de Sarepta que destaca por su fe en tiempos de Elías y la sencillez de Naamán el sirio con Eliseo. Ninguno de ellos Israelita, aunque si habían muchas viudas y leprosos en Israel. Pero su falta de fe no permite la acción de Dios poderoso, a quien no le importa ya su procedencia pues nos ama a todos por igual. Claro que esto irrita a los interlocutores de Jesús al punto de querer despeñarlo.
Por eso hermanos no nos debe sorprender si al querer vivir como verdaderos profetas de Dios, eso nos implica ofensas, burlas, persecuciones, incomprensiones de muchos a quienes este mensaje les molesta o incomoda, incluso hasta en aquellos más cercanos y que creíamos nos iban a apoyar o entender mejor. En aquellos a quienes desearíamos con más fuerza participar del amor de Dios que hemos descubierto porque les amamos y queremos su felicidad y salvación.
Esto nos hace pensar en la forma que debemos de ser profetas de Dios, el apóstol Pablo hoy nos lo resume muy bien: Profetas en el amor de Dios. (1 Co 12,31-13,13). Donde nos recuerda que podemos tener las mejores intenciones y voluntad de cumplir el mandato divino; podemos ser muy valientes y atrevidos; podemos hablar de manera maravillosa y hasta hacer grandes prodigios y hasañas, que si me falta el amor, de nada me sirve. Esto significa que a la hora de presentar el mensaje de Cristo hemos de hacerlo, con sencillez, humildad y respeto. Por allí se escucha a menudo: "la verdad no peca pero incomoda". Pues en nombre de la verdad, no debemos nunca ofender, humillar ni lastimar a nadie. Verdad sin caridad no es verdad. El AMOR, la caridad, es la virtud teologal, que debe empregnar nuestra misión cristiana y que llegará a su plenitud hasta el final de los tiempos.
Nuestra misión desde el vientre de la madre es ser profetas del amor, y esta tarea nos es confirmada en el bautismo. Allí donde estamos y entre los que estamos hay que ejercerla, no tengamos miedo la fuerza del Espíritu nos fortalece.
Con el cariño de siempre.
P. Daniel Vargas.