08 noviembre 2008

Sustos para rato

Arraigadas en lo más profundo de las tradiciones del pueblo, la giganta, la muerte y el diablo se dieron gusto paseándose por las calles costarriceses, chilillo en mano y azotando a quien se pusiera por delante.
Desde la época colonial, las mascaradas se ganaron un lugar no solo en las fiestas patronales de muchos barrios del país, sino también en la identidad propia del ser costarricense.
Pero en los últimos años del siglo XX, la tradición comenzó a perderse.
Máscaras y mascareros parecían avanzar bailando hacia el olvido. El trabajo de estos artesanos corría el riesgo de morir.
En una buena jugada del Gobierno, en 1996, se declaró el 31 de octubre de cada año como Día Nacional de la Mascarada Tradicional. La celebración que nació con el claro objetivo de restarle importancia a fiestas como Halloween y el Día de los Muertos, cumplió su cometido.
Hoy los mascareros -de Barva, Desamparados, Palmares y Aserrí- han visto aumentado su trabajo y el diablo, la giganta y la muerte bailan de nuevo por las calles llevando alegría.
A quienes nunca se han metido en una de estas máscaras, ni se han dejando enloquecer con el "farafarachin" de una cimarrona, mi más sentido pésame.