De niño recuerdo que me fascinó en un libro de cuentos la historia del Arca de Noé y dentro de todas sus lindas imágenes el majestuoso arco iris que aparecía en la última página. En su momento no entendí mucho todo lo que esto significaba, pues el arco iris en la realidad era para mi el camino que los duendes debían recorrer para encontrar un tesoro y que yo no debía señalar me decía mi mamá porque los duendes se perdían, se podrán imaginar que el malosín de Daniel el travieso siempre lo señalaba jajaja. Pues si los duendes se perdían tal vez yo lo encontraba algún día. Hoy entiendo que en el arca de Noé el arco iris representa el mejor de los tesoros.......
Cual tesoro, se preguntarán, pues el mejor de todos, el del AMOR DE DIOS QUE NOS PERDONA.
El relato del cap. 9 del Génesis más que una historia de carácter científico, que podría arrojar muchos cuestionamientos racionales y lógicos, nos relata una hermosa catequesis bautismal de la esperanza cristiana y que justo en el caminar cuaresmal anima el camino hacia la Pascua, la gran Noche donde es vencida la muerte y el pecado. Precisamente uno de los signos más importantes de la liturgia de ese día será el agua. Si el agua como la que se relata cayó en tal cantidad, durante cuarenta días, como el tiempo que viviremos la cuaresma, lo que provocó un diluvio que arrasó con la maldad del mundo. Osea de la mala respuesta que la humanidad creada por amor daba persistentemente a Dios. ¿Es que aparece entonces un Dios vengador y cruel que extermina su creación? Aparece el Dios que es capaz de rehacer un proyecto de bien aun en medio de la maldad y por eso la idea de rescatar a Noé y su familia, lo mismo que a todos los animales. Es el relato de una nueva creación, donde la maldad y el pecado han sido limpiados por el agua, así como el bautismo limpia el pecado original que universalmente mancha a la humanidad. Lo hermoso de la historia es que Dios hace un pacto a través de este signo de la naturaleza, con la hermosura que nos impresiona en la variedad de los colores del arco iris. Es un pacto con toda la humanidad y la creación y cada ves que este aparece cuando tras las nubes caen las primeras gotas, el Señor recuerda su misericordia que no quiere la muerte del hombre sino su salvación y por eso lo ha perdonado en el acto redentor de Cristo. O sea que el arco iris no solo es un espectáculo para nosotros, sino que es como un auto signo para el Señor. Es una alianza sellada con el arco iris, imagen veterotestamentaria de la verdadera alianza que será sellada en la sangre de Cristo el cordero degollado.
El salmo 24 nos hará recordar que las sendas del Señor son misericordia y lealtad precisamente para los que viven su alianza.
San Pedro lo reafirmará en la segunda lectura, pues así como unos pocos fueron salvados de las aguas del diluvio, así por el bautismo la humanidad es impetrada de Dios, por la resurrección de Jesucristo, dándonos nueva vida.
Sin duda que al sabernos rescatados a la nueva vida en Cristo por el bautismo se nos anima la esperanza de la vida en Dios. Pero a la vez brotará la permanente tensión humana de la tentación al pecado, ¿Cómo sentirme salvado en Cristo si constantemente me acecha la tentación? Precisamente el relato del Evangelio de Marcos, ciertamente mucho más preciso que otros evangelistas, nos anima este domingo. Pues ver a Jesús viviendo las tentaciones en el desierto, durante cuarenta días, presentado aquí como el lugar teológico donde se vence el mal y por eso su comparación con el tiempo cuaresmal, nos motiva a luchar también en nuestra vida con las mismas tentaciones. Si recordamos los otros relatos, Jesús es tentado en el placer, en el tener, y en la fama o camino fácil. Jesús entonces nos invita claramente este domingo a no tener miedo a la tentación sino a enfrentarla y vencerla con él. A fortalecernos en el camino de la conversión y ser parte de ese reino de Dios que él nos anuncia. A aprovechar este tiempo de cuaresma como un tiempo privilegiado para prepararnos a celebrar la Pascua y cuando en la noche santa renovemos con el agua bendita nuestras promesas bautismales, podamos disfrutar en el corazón el arco iris de amor que nos hace recordar la misericordia infinita del Dios que se hizo hombre para salvarnos con su muerte y resurrección.
El relato del cap. 9 del Génesis más que una historia de carácter científico, que podría arrojar muchos cuestionamientos racionales y lógicos, nos relata una hermosa catequesis bautismal de la esperanza cristiana y que justo en el caminar cuaresmal anima el camino hacia la Pascua, la gran Noche donde es vencida la muerte y el pecado. Precisamente uno de los signos más importantes de la liturgia de ese día será el agua. Si el agua como la que se relata cayó en tal cantidad, durante cuarenta días, como el tiempo que viviremos la cuaresma, lo que provocó un diluvio que arrasó con la maldad del mundo. Osea de la mala respuesta que la humanidad creada por amor daba persistentemente a Dios. ¿Es que aparece entonces un Dios vengador y cruel que extermina su creación? Aparece el Dios que es capaz de rehacer un proyecto de bien aun en medio de la maldad y por eso la idea de rescatar a Noé y su familia, lo mismo que a todos los animales. Es el relato de una nueva creación, donde la maldad y el pecado han sido limpiados por el agua, así como el bautismo limpia el pecado original que universalmente mancha a la humanidad. Lo hermoso de la historia es que Dios hace un pacto a través de este signo de la naturaleza, con la hermosura que nos impresiona en la variedad de los colores del arco iris. Es un pacto con toda la humanidad y la creación y cada ves que este aparece cuando tras las nubes caen las primeras gotas, el Señor recuerda su misericordia que no quiere la muerte del hombre sino su salvación y por eso lo ha perdonado en el acto redentor de Cristo. O sea que el arco iris no solo es un espectáculo para nosotros, sino que es como un auto signo para el Señor. Es una alianza sellada con el arco iris, imagen veterotestamentaria de la verdadera alianza que será sellada en la sangre de Cristo el cordero degollado.
El salmo 24 nos hará recordar que las sendas del Señor son misericordia y lealtad precisamente para los que viven su alianza.
San Pedro lo reafirmará en la segunda lectura, pues así como unos pocos fueron salvados de las aguas del diluvio, así por el bautismo la humanidad es impetrada de Dios, por la resurrección de Jesucristo, dándonos nueva vida.
Sin duda que al sabernos rescatados a la nueva vida en Cristo por el bautismo se nos anima la esperanza de la vida en Dios. Pero a la vez brotará la permanente tensión humana de la tentación al pecado, ¿Cómo sentirme salvado en Cristo si constantemente me acecha la tentación? Precisamente el relato del Evangelio de Marcos, ciertamente mucho más preciso que otros evangelistas, nos anima este domingo. Pues ver a Jesús viviendo las tentaciones en el desierto, durante cuarenta días, presentado aquí como el lugar teológico donde se vence el mal y por eso su comparación con el tiempo cuaresmal, nos motiva a luchar también en nuestra vida con las mismas tentaciones. Si recordamos los otros relatos, Jesús es tentado en el placer, en el tener, y en la fama o camino fácil. Jesús entonces nos invita claramente este domingo a no tener miedo a la tentación sino a enfrentarla y vencerla con él. A fortalecernos en el camino de la conversión y ser parte de ese reino de Dios que él nos anuncia. A aprovechar este tiempo de cuaresma como un tiempo privilegiado para prepararnos a celebrar la Pascua y cuando en la noche santa renovemos con el agua bendita nuestras promesas bautismales, podamos disfrutar en el corazón el arco iris de amor que nos hace recordar la misericordia infinita del Dios que se hizo hombre para salvarnos con su muerte y resurrección.