Mandar, imponer normas, ser el que da las órdenes, es algo que tienta mucho al ser humano. Y en el caso contrario, preferiríamos que nadie nos mandara, que no se nos impusiera ninguna norma, que nadie ni nada nos condicione la vida, en fin hacer lo que nos venga en gana. Y si a esto le agregamos esos momentos o circunstancias en que la ira y el enojo nos ganan, los resultados pueden ser muy nocivos a la tranquilidad y la paz. Cuando estamos en uno de esos días difíciles y ejercemos la autoridad de forma brusca o hasta violenta, decimos que "amanecimos de pocas pulgas". Será entonces a la luz de la Palabra de este tercer domingo de cuaresma que Dios a veces anda de "pocas pulgas" que se muestra dando mandatos y poniendo orden en los abusos del hombre?
Tratemos de verlo en estos dos textos bíblicos:
-Ex 20,1-17.
-Jn 2,13-25.
La famosa lista de los diez mandamientos, más que las exigencias de un Dios entrometido o las normas inflexibles de un Dios justiciero, son las amorosas enseñanzas que el Dios de Israel señala como puntos de referencia seguros para guiarnos en su camino. Enseñanzas que trascienden a ese pueblo y a ese tiempo, pues tienen total y absoluta actualidad para nosotros. Trataré brevemente de hacer alguna reflexión a cada unos de ellos y les agrego la cita del Catecismo de la Iglesia para los que quieran profundizarlos. (CIC en adelante léase Catecismo de la Iglesia Católica)
1-En el contexto de la revelación de quien es El y que ha hecho por este pueblo, el Señor nos invita a amarle y adorarle con exclusividad. Algo muy lógico en el amor, quien ama desea fidelidad y si este amor es perfecto, no puede exigir otra cosa. No hacerse ídolos, no postrase ante ellos, no darles culto, es la norma, algo bastante común en el pueblo de Israel al entrar en contacto con pueblos y religiones paganas. Podría fácilmente hoy ser también nuestro pecado, poner nuestro amor, confianza, seguridad y dependencia en cosas o personas que se vuelven nuestros ídolos. No es un Dios cegado por los celos, que castiga por despecho, es un Dios que nos ha amado por eso nos pide amor en primacía, que prefiere actuar con piedad por mil generaciones, que el castigo a sus hijos para corregirles. Los que son papás creo que entienden muy bien este precepto. CIC 2084-2141.
2-El nombre de Dios es sagrado, incluso impronunciable para Israel. Dios mismo se lo revelará y le manda respetarlo y no usarlo en cosas vanas. Y es que esto es fácil, usarlo para justificar nuestras acciones y palabras, o hasta para alcahuetear nuestros errores. Existe todo un mercado de superstición y hasta hechicería que disfrazan sutilmente de tinte reiligioso. Hoy pareciera que la palabra de la persona no es creíble, entonces ponemos a Dios, a su nombre, o a las cosas sagradas a darles soporte de veracidad e incluso cuando tal vez no lo es, pero queremos aparentar eso ante los demás. Si hay que decir si o no hagámoslo, pero no convirtamos a Dios en cómplice de nuestras trivialidades usando su nombre en falso. CIC 2142-2167.
3-Santificar el día del Señor, es una gran oportunidad para contemplar las maravillas de Dios en nuestra historia de salvación, para darle gracias, para descansar en él, para entregarle nuestras cargas y necesidades. En el ritmo semanal de la sociedad, se debe ponderar el día del Señor, es una necesidad humana, social y eclesial. Debe ser una norma para si mismos y para los que están a su lado en cualquiera que sea la vinculación. El ritmo de la vida moderna, marcada por la productividad y el consumismo, nos lleva a que a veces no demos la debida observación a esta norma. Hoy el trabajo que me produce dinero o me obligan a cumplir en domingo no me da la libertad para guardar el día del Señor. El hacer lo que he postergado de otros días, no me deja ni ir a la casa del Señor con paz y alegría, ni descansar debidamente, ni pasar en familia un momento de gozo y tranquilidad espiritual. CIC 2168-2195. (Alto relieve, ubicado en el lateral de la Catedral Sevillana) De estos tres primeros mandamientos que llevan al amor a Dios por encima de todo y a valorar con igual dignidad todo lo que hace referencia a él, es que entendemos el contexto que explica el episodio de Jesús en el Templo, narrado en este Evangelio. No estamos ante un mero enojo o momento de cólera de Jesús, como nos suele pasar muchas veces tal vez a nosotros. Sino ante la actitud de ese Dios de amor, que habiéndonos amado hasta el extremo no puede soportar lo que no es amor verdadero. Veamos las evidencias: El culto en el Templo de Jerusalén se había reducido para muchos en el mero cumplimiento de un sacrificio externo de un animal, para no llevar el animal desde sus poblados, entonces se había organizado todo un mercado a la entrada del templo, donde se compraban las palomas, ovejas, bueyes. Como la moneda oficial para el mercado era la determinada por el Imperio, entonces habían mesas de cambistas para ese cambio de moneda. La reacción de Jesús que nos podría parecer violenta o agresiva, no es más que el reflejo de ese Dios que no soporta una respuesta de amor tan vacía, pues han hecho de la casa del Padre un mercado, donde se ofrecen sacrificios vacíos y se hace un negocio de los elementos de la fe. Esto nos lleva a revisar profundamente nuestra manera de celebrar la fe tanto en lo personal como en lo comunitario, cuando Jesús nos deja claro que más que en una estructura material, se le adora en Espíritu y verdad, pues su nuevo Templo es su propio cuerpo levantado en tres días de la muerte, su cuerpo místico resucitado del que somos parte todos los bautizados como piedras vivas. Se nos invita a hacer de cada Eucaristía, de cada momento de celebración u oración un acto profundo de amor, pues él ve más que el aspecto externo del acto lo que hay dentro del corazón de cada persona. Continuemos con los otros mandamientos, que nos llevan a orientar nuestra atención en los hermanos: 4-Honrar a nuestros padres, es la invitación moral que Dios nos hace para con nuestros progenitores, a devolver un poquito de lo tanto que quizás nos han dado, pero por la convicción del amor, no de la obligación, entendiendo con la promesa del eclesiástico la bendición que Dios da a quien respeta, cuida y valora a sus padres. Incluso ante sus errores y limitaciones físicas, sensoriales o emocionales. Ese respeto y ayuda debe darse siempre, no es algo que se suprime con mi mayoría de edad o mi cambio de situación de vida. No olvidemos que los nietos te tratarán a ti de la manera en que hoy te vean tratar a sus abuelos. CIC 2197-2257.
5-El sublime valor de la vida, queda impreso con el no matarás. Norma que va desde la concepción de la vida, sin importar cuantos días o semanas lleve de gestación, ni en que condiciones esté, hasta el final natural de la misma. Los seres humanos hemos inventado hoy las calidades o particularidades en que nos atribuimos el derecho a ser creadores de la vida, casi igualándonos a Dios y disponiendo cuando "se puede" o "se debe" quitar. El valor de la vida, lo seguimos deteriorando cada vez que se legaliza y se ve como normal: el aborto, la eutanasia, el consumo de drogas, la guerra, la violencia y tantas cosas más que conforman una cultura de muerte, que se expande en la humanidad. Se mata la vida a diario y también muchos sueños, ilusiones, esperanzas de muchas personas a veces hasta con gestos o actos muy simples. CIC 2258-2330.
6-En la invitación profunda a vivir la vocación del amor en la castidad, todo ser humano es invitado al dominio y sano ejercicio de su sexualidad. En el proyecto del amor conyugal la fidelidad, dice dominio propio y respeto fiel a su pareja. Para la realización en el amor el ser humano necesita desarrollar su afectividad y sexualidad pero en ese marco de confianza, seguridad y mutua entrega. El adulterio viene diluir o a separar esa unión que Dios ha gestado, por la unión de dos libres voluntades. En un contexto social hoy tan permisivo para la infidelidad tanto del varón como de la mujer, este mandamiento nos recuerda, que la verdadera felicidad personal y familiar solo se logra en la fidelidad a Dios, a uno mismo y a los demás. Las justificaciones no son más que auto engaños o trampas astutas del enemigo que buscan nuestra desdicha y la de los nuestros. CIC 2331-2400.
7-No robarás, es un llamado al respeto a los demás, a sus bienes y beneficios. Implica una valoración de lo que luego se definirá como propiedad privada, pero significa una valoración suprema de no tomar aquello que no me pertenece y menos conlleve a privar a otras personas de lo suyo o de lo que necesitan. La honestidad, la integridad y la honradez, son conceptos empobrecidos por la corrupción social, pues por alimentar el egoísmo y la ambición el ser humano toma y arrebata los bienes que no son suyos. Hoy se roba no solo los bienes contables, sino también los recursos materiales de la empresa, el tiempo de mi trabajo, el servicio eficaz que debería darles a los demás, calidad y cantidad de tiempo que debo darle a la familia. A colmo de males el robo hoy se junta al descaro y a un irrespeto absoluto hasta por la vida, pues en el afán de obtener lo que se desea, se hiere o se mata a la víctima, como un medio para su fin. CIC 2401-2463.
8-La prohibición de dar un falso testimonio o mentir, motiva a la integridad de vida, podríamos decir con el Maestro: a no hacer nada de lo que no queremos nos hagan a nosotros, allí cabrían muchas cosas como la calumnia o la difamación. La mentira no solo le hace daño a otros, sino que nos lleva a vivir en las tinieblas y no en la luz de la verdad. Es tan falsa que tarde o temprano se cae y nos hace llegar a otra más fuerte para sostenerla, volviéndose así un círculo vicioso. Nos hace perder la confianza y la credibilidad de los demás, nos lleva a vivir siempre en el error. No tiene colores, ni calificaciones de piedad, simplemente es mentira, si lo que digo no responde a la verdad o si no lo digo a quien divinamente tiene el derecho a saberlo. CIC 2464-2513.
9-Aunque estos últimos versículos lo presentan como un solo mandamiento, la Tradición de la Iglesia los ha separado en dos. Distinguiendo el aspecto de la concupiscencia sexual en el codiciar la mujer de tu prójimo y la codicia de los bienes materiales como tal. Con respecto a ese no consentir pensamientos ni deseos impuros, nos permite entender la voluntad de Dios de que busquemos la pureza de mente y corazón, tratando de rechazar lo que nos pueda llevar al pecado. Esto nos hace preguntarnos: ¿Será solo mi pensamiento ya un terrible pecado? Sin duda que esto nos intriga, pues muchas veces de manera involuntaria e ingenua llega este pensamiento a la mente, o vemos una escena que nos mueve a la atracción. Allí es donde el hombre con la libertad y la voluntad, debe poner el filtro adecuado. La gravedad del pecado no es pensar o desear, que casi como instinto humano esto nos puede suceder. Es consentir ese pensamiento o deseo, quedarme jugueteando en él, imaginado su realización o haciendo algún esfuerzo humano para llevarlo al hecho. Si esa expresión de lujuria o concupiscencia cosifica a otro ser humano como si fuera un objeto o instrumento de placer, se debe pensar en la dignidad que como hijos de Dios ambos tienen y si es hacia alguien con un compromiso conyugal con más razón pues también entra juego la dignidad de su sacramento. CIC 2514-2533.
10-La codicia de los bienes del prójimo es aquella ambición o envidia de lo que los demás tienen. El primer presupuesto falso acá es pensar que eso es la felicidad, por lo que entre más envidia tenga, significa cuan vacío estoy y cuanto me he creído la mentira social de que son las cosas materiales lo que me darán la felicidad. Aparece la ambición como un camino traicionero y la envidia como la peor consejera, undiéndome en el siempre querer más y nunca sentirme satisfecho, pues en este afán me vivo comparando con los demás y siempre habrán otros que tengan más o mejores cosas que yo. No se trata de pensar que el ser humano no merezca superarse o busca un estilo de vida mejor, pero su motivación o medida no puede ser lo que sean o tengan los demás, pues esta codicia lo llevará a la amargura y a la frustración existencial.
SI EL CAMINO DE LA REALIZACIÓN PERSONAL Y LA FELICIDAD EN ESTE MUNDO PARECE DIFÍCIL, NO DESPRECIEMOS ESTAS LUCES QUE DIOS NOS HA DEJADO EN EL DECÁLOGO, PARA FACILITARNOS EL SENDERO.
Con el cariño y el recuerdo de siempre.P. Daniel Vargas