Recordándonos la vocación bautismal de ser profetas, la Palabra de Dios nos aclara que si bien es cierto es vocación de todos los bautizados hay criterios eclesiales y pastorales que autentifican esa misión en la comunidad cristiana y como este anuncio profético no solo incluye el anuncio explícito sino también la forma de vivir y de actuar del creyente.
Así en los textos bíblicos de este domingo veintiseis del tiempo ordinario, se nos muestra la necesidad de que el Espíritu suscite más servidores en medio de su pueblo, para la misión profética y como esto no debe significar celos ni competencias, pero si requiere discernirse su autenticidad.
Es lo que encontramos en los textos del libro de los Números (11,25-29) y el Evangelio de San marcos (9,38-43.45.47-48)
En el Pueblo de Israel, la función de guiar, pastorear y legislar al pueblo estaba agotando a Moisés, por lo que su suegro Jetró le había recomendado escoger algunos ancianos, quienes recordemos tenían la experiencia y sabiduría de la vida, para que le ayudaran, pues el Señor autentifica esta necesidad y nuevo ministerio de la comunidad pasándoles algo del Espíritu que Moisés poseía, dejándonos claro:
-Es un solo Espíritu el que se derrama y da los carismas y virtudes.
-Es para el servicio de la comunidad y no para el beneficio propio.
-No brota por el capricho u ocurrencia propia.
-El ministerio es elegido y discernido en la comunidad, según los signos que muestra.
Así en esta lectura vemos como Dios da su Espíritu, el mismo que le había dado a Moisés, a estos setenta ancianos e incluso a los que no estaban en ese lugar en ese momento pero había sido elegidos para ello, porque El Espíritu actúa sin limitaciones. Eldad y Meldad los llama el texto, están profetizando en el campamento y se le notifica esto a Moisés de esto, por su parte Josué le sugiere prohibírselo, pero la respuesta de Moisés nos aclara que no debe haber en esto recelo, envidia o egoísmo, “ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el Espíritu del Señor”.
Esto nos podría dar pie a pensar que entonces cualquier persona puede hacer o decir lo que quiera en nombre del Espíritu de Dios y que no se le debería limitar por parte de la Iglesia. Esto me pasó alguna vez como sacerdote pues hubo que corregir y hasta prohibir a un laico sus prédicas y acciones religiosas, por hacerlas de manera contraria a la sana doctrina de la Iglesia y por ir en contra de la comunión. Entonces cuando se le habló de esto, lo que dijo fue que teníamos envidia de él y sus carismas y que él seguía a Dios antes que a los hombres. Si bien es cierto los dones del Espíritu no son dados exclusivamente a los sacerdotes, si que Dios confía a sus presbíteros ( palabra que significa anciano) la misión de discernir junto a la comunidad la autenticidad de los carismas y ministerios. Ya la historia nos ha mostrado como muchos han hecho gran daño a la Iglesia y a la vida de muchos por falsear la autenticidad de su misión profética. Lo que significa hacerlo por capricho o iniciativa propia y anunciando mi propia doctrina no la que el Espíritu ha revelado en la Palabra y el Magisterio a su Iglesia.
La misma idea nos reafirma el Evangelio cuando Juan descalifica a uno que actuaba en nombre de Cristo “por no ser de los nuestros”. Parece un poco cerrado, esotérico, egoísta el criterio de Juan, pero Jesús nos ilumina como proceder en estas situaciones, veamos sus criterios: “Si hace milagros en mi nombre, no puede hablar mal de mi” o sea que no basta con hacer signos extraños, o evocar su nombre, es que lo que digo o hago no contradiga a Jesús ni su enseñanza. Además aclara que no está en contra de El ni de los suyos, o sea su Iglesia. Hoy podríamos ver a muchos hablar de Cristo, hacer cosas en su nombre, pero igual su vida deja mucho que desear, no es coherente con lo que dicen y además atacan y destruyen la Iglesia de Cristo. Esto nos da pie para cuestionar: ¿será auténtico su profetismo?
Este Evangelio nos muestra también la importancia de la generosidad para con aquellos que siguen y sirven al Señor, al punto de decir Jesús que no se quedarán sin recompensa. Mucha gente de corazón generoso ayuda desde sus posibilidades a muchas obras de evangelización, de acción misionera o a servidores de Cristo sólo por ser eso, ya lo ha dicho el Señor aunque sea un vaso de agua que se de con ese sentido, es una ayuda muy valiosa para Dios.
Es por eso que el apóstol santiago (18,8-14) hace una fuerte advertencia a los ricos, pues no han sabido compartir sus bienes, los han usado y acumulado injustamente, dándoles un valor de absoluto y eso se les volverá en su contra. Los han visto solo como medios egoístas de su bienestar y placer.
También quisiera aprovechar para agradecer a Dios su providencia, pues através de muchas almas buenas desde que ingresé al seminario no me ha faltado nada y así me lo ha confirmado durante estos 22 años que han tranacurrido. Hoy mismo en esta nueva experiencia de mi vida sigo sintiendo su amor providente en tantas personas que me ayudan espiritual y materialmente. Que Dios les pague abundantemente.
Un último detalle al que quisiera hacer mención de este Evangelio, es que en nuestra misión profética un aspecto fundamental es nuestro testimonio de vida y bien sabemos que el pecado es lo que más nos estorba en ese sentido. Por eso el texto nos habla de prevenirlo más que de lamentarlo pues no solo nos trae el remordimiento de conciencia sino también el escándalo para los demás. Por eso la Palabra más que en una mutilación de alguna parte de nuestro cuerpo, hace referencia a la prevención, pues si sabemos que algo que vamos a ver, oír o hacer nos puede inducir al pecado es mejor evitarlo; o si ir a un sitio o acercarse a cierta situación nos hará dudar y ponernos en riesgo pues mejor abstenernos.
Dios a través de su Espíritu Divino nos da la sabiduría y el discernimiento para escuchar su voz y llevar su mensaje como verdaderos profetas a los demás. Dejémoslo actuar en nuestra vida para que le podamos gritar su amor a los demás con todas nuestras palabras y acciones.
Gracias a todos los que nos acompañaron con la oración y cariño en la operación de mi sobrina María Paula, para gloria de Dios ya está recuperándose muy bien y feliz con su dieta de helados. Bendiciones.
Con el cariño de siempre. P. Daniel Vargas.